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PUCARANI

Habituales a una agricultura de andenerías o terrazas, prefirieron cultivar las abruptas laderas de los cerros que flanquean los valles aguas arriba del Cerro Baúl donde precisamente se encuentra la ciudadela de Pucarani.

Los Estuquiñas-Inca construyeron un gran canal para traer el líquido elemento desde la parte alta de Anata. Para construir esta calzada, así como la gran mayoría de los caminos, se levantaron muros colaterales hechos de laja y piedra desprendida del mismo lugar; posteriormente el área entre ellos fue rellenada con lajas con un pavimento de arcilla con trozos de pequeñas piedras. Si se toma en cuenta la proporción de este canal y a la vez camino respecto a otros sitios, destaca por su anchura que en algunos lugares sobrepasa los dos metros. Existen además vestigios de bocatomas en donde era desviada el agua para irrigar las diferentes laderas en su largo recorrido.

Este canal pasa por un costado de la ciudadela de la que se alimentaban de estas aguas, servía para preparar sus alimentos a todos los habitantes de la ciudad, por tal motivo tenia que tener un rígido mantenimiento para que se proporcionen de agua ya que la población se encontraba lejos del cause del río.

Su arquitectura sigue el patrón Estuquiña de adaptar el trazado de los asentamientos a las irregularidades topográficas del terreno, muy diferente a la arquitectura de superficies planas que caracteriza a Tiawanaku.

La ciudadela se encuentra en la cima del cerro, y esto fue un aspecto muy importante que tomaron en cuenta los estuquiñas para construir su ciudadela, fue su ubicación estratégica, constituyendo un tipo de fortaleza natural que es de difícil acceso y que se encuentra protegida por barrancas muy profundas, principalmente en el extremo oeste y este. Estos habitantes no se preocuparon en construir murallas defensivas.

Una grata sorpresa nos aguarda en la cima base del cerro: un paisaje maravilloso que domina con la vista el valle, flanqueado por el río y las andenerías abandonadas de las faldas de los cerros del sur, las magníficas andenerías del norte y todo el esplendor del Cerro Baúl.

COLLABAYA

Las andenerías de Collabaya se encuentran hacia el sur y a espaldas del pueblo de Tumilaca, fue aquí donde los antiguos pobladores de Pucarani cultivaron sus productos.

Representan unas infraestructuras bien desarrolladas, tanto de acondicionamiento del terreno como de riego. Ello se debe al mayor grado de influencia y dominio del área por su avanzado desarrollo que tenían en esa época.

Las laderas inclinadas configuran un tipo de paisaje agrícola de reconocido valor cultural y estético. Representan el legado de una importante obra de andenerías fabricadas de pircados con piedra que nuestros antepasados supieron diseñar, ejecutar y conservar, al tiempo que conforman paisajes como el Cerro Baúl, hoy en día experimentan un proceso de deterioro constante por las lluvias persistentes de todos estos últimos años desde que fue abandonada.

Santa rita

Fue construido en la ladera de las faldas del Cerro Baúl. A este lugar se le puede denominar tambo, por las características de tener amplias habitaciones que posiblemente era una ciudad de alojamiento con capacidad para albergar a decenas de personas. Durante este periodo existieron muchos tambos o albergues en diversas zonas del valle y no tenían un nombre especial, la gente y los viajeros que estaban de paso simplemente lo denominaban lugar de descanso.

Las características arquitectónicas y ubicación estratégica nos permiten confirmar diferentes detalles del sitio. Los recintos se encuentran juntos unos a otros sin conformar calles ni pasajes bien definidos, su construcción fue realizada con piedra y barro del mismo lugar.

Fue un asentamiento Tiawanaku ubicado en la margen izquierda del río Tumilaca, estos habitantes tenían una gran demanda de productos comestibles e iniciaron su acondicionamiento del terreno para su cultivo y aprovecharon las aguas permanentes de este fértil valle.

También por su cercanía al valle pudo haber sido un importante centro de acopio y depósito de todos los productos que se producían, actualmente se encuentra bastante destruido por la erosión del terreno por las constantes lluvias y terremotos.

LA CHIMBA Y EL MOLINO

La composición social de la gente que habitó los asentamientos de El Molino y La Chimba al parecer, fue parte de pequeños vecindarios conformados por grupos de familias serranas, cuya actividad central fue la agricultura. La existencia de estos dos sectores separados por el río Tumilaca habría ayudado a fortalecer un tráfico económico que alcanzó distintos pisos ecológicos, lo que se evidencia en las redes viales que comunicaban diversos poblados y aldeas construidas en laderas y cimas de cerros cercanos. En la parte este, donde hoy se encuentra una pequeña población de agricultores de la zona existe un asentamiento poblacional reciente, se han destruido evidencias de terrazas habitacionales, cementerios y andenerías.

La planificación de las viviendas es característica de las ciudadelas construidas por los tiawanakus, en el caso de los asentamientos colectivos, la asignación de espacio dentro de los refugios y parcelas de gran y pequeña capacidad en campamentos planificados con carácter permanente se guiaron por las prácticas sociales vigentes y por la provisión y mantenimiento de recursos compartidos, incluyendo instalaciones de suministro de agua y de saneamiento, mantenimiento de estructuras y distribución de alimentos, etc.

Debieron asegurarse de que cada refugio familiar se abra a un espacio común, proveyéndose asimismo de unos espacios para su residencia, integrados y seguros, que estén compuestas de un número considerable de adultos y niños.

Los restos de los espacios habitacionales dejados por los Tiawuanakus en la parte

alta del cerro el Molino son amplias y de forma rectangular, son más espaciosas y se encuentran distantes unas de otras. Aprovecharon la piedra existente del lugar para construir sus edificaciones que hoy encontramos casi inasistentes y destruidos por la erosión del terreno a causa de las intensas lluvias acaecidas durante muchos años y muy posible por su propia destrucción o abandono de sus propios pobladores.

Al frente, al otro lado del río en las faldas del Cerro Baúl se encuentra una pequeña ciudadela con construcciones habitacionales pequeñas donde habitaron reducidas familias aglutinadas en conjuntos.

El la parte alta se encuentra un conjunto de terrazas habitacionales donde posiblemente era un mirador u observatorio donde se podía divisar todo el panorama del valle ya que en este lugar no existe murallas defensivas como en otros lugares, podría ser la residencia de los más altos jefes, como también un centro de adoración. Lamentablemente no sabemos que fue porque en forma irresponsable se ha construido una torre de alta tensión.

Mostraron a su vez una compleja planificación del área de los poblados dentro de una red social que se constituyeron los tiawuanakus.

CAPANTO

El cerro Capanto se encuentra a la derecha del ingreso del pueblo de Torata. En la parte alta, en su cumbre se encuentra la ciudadela casi destruida por la erosión del tiempo, su abandono y por no haberse realizado un mantenimiento adecuado puesto que no se sabe con exactitud cuando sus habitantes abandonaron la ciudad.

Según se sabe que floreció por los años de 1.300 d.C. posiblemente ocupado desde la época Wari, contiene la presencia de murallas defensivas característica y típica de un período de constantes enfrentamientos con bandos rivales muy posible por querer ocupar más territorios para ampliar sus dominios y alcanzar parte de los terrenos adyacentes para una expansión agrícola y ganadera.

Su cumbre es de forma ovoide, por lo consiguiente sus habitaciones fueron construidas alrededor del perímetro dando también la forma física del contorno y en lo sucesivo otras filas más, hasta llegar a la cima.

Las estructuras domésticas estaban construidas con piedras tipo laja, como también piedras toscas obtenidas del mismo lugar ya que es un cerro rocoso y era fácil de obtener de sus propias canteras, entre una y otra habitación existían angostos pasajes que conectaban con la parte alta de la ciudadela.

ANDENERIA

Muchos pobladores o quizás los mismos dueños quienes reconstruyeron estas andenerías jamás se dieron cuenta de este imponente panorama y de este majestuoso despliegue de belleza e ingenio.

¿Por qué en este lugar se construyeron y cuales eran sus necesidades? El escarpado y rocoso cerro es tan empinado que normalmente no podría emplearse para cultivo; la inclinación de algunas laderas supera los 50 grados. Pero los agricultores de antaño no se desalentaron y excavaron cientos de terrazas en las pendientes del cerrEl canal de agua viene desde la parte alta de la ciudadela y se va deslizando hacia la parte baja ramificándose por todas las parcelas que en forma bien ordenada va acompañada con bocatomas de tierra apoyados en muros de piedra que van siguiendo el contorno del cerro, pues algunas laderas son cóncavas y otras convexas.

No se puede menospreciar de visitar y observar la cantidad de terrazas, que añaden una belleza esculpida al contorno natural de este cerro.

La cerámica de los estuquiñas se caracterizan por ser muy sencilla y se tiene una variedad de cerámicas como: jarras, cántaros, ollas, pero el más importante es el jarro pato, el jarro bota que posiblemente les servia para tostar maíz.

Su textilería es muy sencilla elaborada con fibra de camélido en colores naturales, confeccionaron camisas, mantas, gorros, fajas y tapabarros.

CERRO ARCO

En el cerro Arco existen tres variantes de arquitectura doméstica. En el sector alto predominan los conjuntos residenciales conformados por muros de piedra que trata de conjuntos multifamiliares conformados por una o dos unidades domésticas, en el sector medio existen también conjuntos residenciales conformados por varias unidades habitacionales, pero caracterizados por la utilización combinada de barro y piedras mucho más pequeñas en la construcción de sus muros y en la parte baja existen ambientes con gradas, desniveles y nichos.

La secuencia de ocupación es relativamente larga y puede haber representado varias generaciones de habitantes, en su mejor época debe de haber tenido por lo menos 500 habitantes. La organización y distribución de los ambientes no parece haber cambiado mucho a través del tiempo.

Este reducto debió de ser considerado en sus tiempos como una monumentalidad arquitectónica por la característica del cerro de ser muy empinado y accidentando tanto el ascenso como el descenso que toma una posición distinta con relación al resto de fortalezas que se encuentran en este valle. En esta terraza de aproximadamente 250 mts. de largo por 150 mts. de ancho, se distribuyen las edificaciones o conjuntos más importantes del asentamiento, distribuidos alrededor del empinado peñasco.

Las ciudadela arquitectónicamente diferenciada se presenta con dos murallas bien definidas la primera es una fila que protege el lado norte de toda la ciudad, la segunda cubre todo el perímetro de la zona urbana residencial.

Solo dos ingresos presenta este recinto, un ingreso por la parte de abajo o al borde del río y la otra se encuentra en la parte alta, en donde se conserva una puerta principal.

La mayor parte de la población de la parte alta se localizó mirando al lado oeste, porque en la parte posterior es un acantilado rocoso y accidentado. Desde ahí dominaron el panorama general y estatal de la zona, presuntamente fue aquí donde vivió la más alta sociedad o la nobleza.

Los habitantes quienes migraron y colonizaron esta ciudadela bajo el auspicio de los estuquiñas fuero los arquitectos quienes utilizaron sus técnicas y los acabados de construcción, las dimensiones, la organización y las asociaciones en argumentos domésticos que son indicadores de base para determinar la riqueza y el status de los habitantes en los conjuntos residenciales de los centros urbanos, es posible que los agricultores que residían en esta área hayan provenido de valles cercanos y no es el resultado de la migración de campesinos sin tierra, debe ser el resultado de la movilización masiva de familias pertenecientes a una clase urbana, se guiaron por las mismas costumbres culturales, políticas y reprodujeron los mismos patrones sociales de su tierra de origen.

Los materiales de construcción, las técnicas y los acabados finales, las dimensiones, la organización y las asociaciones en contextos domésticos son indicadores de base para determinar la riqueza y el status de los habitantes en los conjuntos residenciales de los centros urbanos.

Las variantes arquitectónicas observadas en el cerro Arco son similares a las observadas en todo el perímetro del predominantemente valle aluvial del río Torata así como también en la parte alta.

Los estuquiñas demostraron que más allá de una sofisticada adaptación medioambientales, la disposición de terrazas para la agricultura, caminos, componentes domésticos, plazas, acequias y demás construcciones implican una constante reorganización, consciente o inconsciente, del paisaje natural que los rodeaba.

La agricultura fue una de las principales actividades, construyeron terrazas y mostraron el avance de la ingeniería de canales de regadío.

Su cerámica se caracteriza por ser muy sencilla y se tiene una variedad de cerámicas, jarras, ollas, pero su cerámica mas importante es el jarro pato, el jarro bota que posiblemente les servia para tostar maíz.

Cerro baùl

El Cerro Baúl está ubicado en el distrito de Torata a unos 12 kilómetros de la ciudad de Moquegua se eleva a una altura de 600 metros sobre el piso del valle, es un imponente bastión natural que domina los valles de Tumilaca y Torata, se encuentra entre los dos de los tres principales afluentes del río Osmore.

La elevación máxima es de 2.590 m.s.n.m. Las pendientes de sus laderas se tornan en paredes completamente verticales a medida que se asciende al cerro, restringiendo el acceso a la cumbre sólo a un estrecho sendero de fácil camino.

Los wari ocuparon el Cerro Baúl del año 650 aprox. hasta el 1.050 d.C. desapareciendo por razones no entendidas, también ocuparon estas tierras los tiawanaku que dominaron toda la parte sur del Perú. Estos dos imperios contemporáneos guardaron generalmente su distancia complementando hasta antes del desarrollo del imperio Incaico cerca del 1.300 d.C.

Sobre la amplia mesa de Cerro Baúl, los wari construyeron una ciudadela en el típico estilo Wari: cuartos rectangulares alargados y de paredes altas, dispuestos en torno a plazas abiertas, incluyendo estructuras de dos pisos, también edificaron los emblemáticos templos en forma de “D”, uno de ellos con estuco y revoque pintado con bandas rojas sobre fondo blanco. Uno de los edificios más refinados se empleó para almacenar, servir y beber chicha de maíz en festejos seculares y ceremoniales. En los sectores más rústicos del asentamiento, la población se ocupaba de preparar esta bebida alcohólica y confeccionar textiles, así como de fabricar cuentas de ónix y piedra azul, que quizás obtenían mediante intercambios con los agricultores cercanos del lugar.

La ciudadela puede haber albergado unas 200 personas donde esta gente se asentó en su fortaleza impenetrable encima del cerro sobre una mesa donde construyeron sus viviendas y otras 2.000 deben haber vivido repartidas en los asentamientos de los alrededores.

Con sus paredes empinadas y un solo camino que los lleva hacia la cima, los constantes ataques y desafíos que soportaba la ciudadela por los acosos que el ejército del inca, puso a esta gente en constantes acciones defensivas. También se extendió sobre dos colinas muy cercanas, Cerro Mejía y Cerro Petroglifo, y confió en un sistema impresionante de canales para irrigar sus laderas teniendo como afluente el rió Torata y en épocas de lluvia.

Las crónicas de Garcilaso de la Vega refieren que el lugar representó un baluarte defensivo, donde la población local enfrentó la invasión de las tropas incaicas. Los indígenas moqueguanos libraron una dura pero infructuosa resistencia frente a las tropas que lideraba Mayta Cápac, para dominar lo que sería más tarde el Contisuyo.

El Inca y su séquito militar acamparon entonces alrededor de la gran colina e hicieron un cerco con el propósito de impedirles a sus habitantes conseguir alimentos y bebidas. El aislamiento en que se encontraba la meseta comprobó una gran desventaja: los defensores se convirtieron en prisioneros.

El sitio duró dos meses, ya que las huestes incaicas tenían órdenes de no atacar a los naturales. Acosados por el hambre, muchos niños fueron dejados libres por sus padres para que buscaran alimentos. La respuesta de los quechuas fue brindarles a los menores víveres para sus progenitores.

Por fin, cuando los pobladores de la región confirmaron que no intentaban dañarlos, se rindieron y fueron tratados con gran amabilidad y muestras de amistad por el ejército imperial.

Esta política incaica de respetar costumbres, tradiciones e inclusive los ídolos de los pueblos invadidos fue una constante que convirtió el sometimiento en una verdadera convivencia pacífica.

ARQUITECTURA

La ciudadela está definida en cinco sectores distintos. El sector “E” es una plataforma aislada del centro arquitectónico del sitio en la parte oeste de la cima, probablemente de origen Incaico del siglo XVI. El sector “D” es una plaza con recintos aglutinados alrededor del canto rodado más grande de la cima. Es posible que esta área, que representa la primera ocupación Wari que se encuentra cuando se cruza la cima del cerro fuera designada como un área ritual.

Siguiendo al este, el próximo sector es un conjunto de edificios de pisos múltiples a lo largo de varias plazas grandes. El sector “C” se llama “Hatun Canchas” (plazas grandes en quechua). La unidad seis en este sector presenta una estructura de dos pisos que se encuentra al frente de una plaza grande. El siguiente sector “B” o “Willka Canchas” (plazas sagradas), era el centro ceremonial del sitio.

El sector “A”, Umiñaniyoq, era el lugar donde residieron los artistas que apoyaban a la colonia y a la clase alta. En la unidad “7”, se descubrió evidencias para la preparación de comida y el trabajo de piedras semipreciosas. Es probable que esta gente realizara obras artísticas para las élites locales.

Otro complejo religioso potencialmente importante en Cerro Baúl es la plaza de la piedra sagrada, un compuesto arquitectónico construido alrededor de un canto rodado grande en el centro de la cumbre.

PROTECCIÒN Y CONSERVACIÒN

Uno de los problemas principales que tiene el Cerro Baúl es que debido a su condición de Apu (cerro sagrado para los pobladores de la región), mantiene un régimen de visitas muy importante para las personas que van a realizar “pagos” o rituales que, debido a la falta de control e información, llegan a afectar de manera directa las construcciones arqueológicas. En algunos de los casos la situación es bastante grave y ya muchas estructuras están siendo dañadas irremediablemente, debido a que los materiales de los muros están siendo utilizados para “construir” las representaciones deseadas por los peregrinos.

Su cerámica consistía en vasijas muy finas, collares, brazaletes hechos de cuentas de concha y piedra sumi, inusual y notable.

Introdujeron sistemas de riego para regar sus laderas y los cerros adyacentes, utilizaron tecnología de canales de regadío y terrazas agrícolas.

ILUBAYA

Los estuquiñas edificaron imponentes ciudadelas en lo más alto de los cerros, para aprovechar al máximo las tierras cultivables y defenderse de sus enemigos, desde aquí armoniza con la incomparable belleza paisajista de toda la parte baja del valle.

El complejo arquitectónico de Elite es uno de los asentamientos más altos de la cultura Estuquiña está construida sobre la parte alta del cerro con recintos rectangulares y cuadrangulares con paredes y esquinas rectas pircados con piedras de diferentes formas y tamaños.

Sin embargo, comparten los mismos métodos: repiten algunas características propias de las ciudadelas, como son patios, dormidas, depósitos, pasajes, orientación y distribución interna.

Contiene accesos restringidos hacia la ciudad, se encuentra una muralla defensiva probablemente de los constantes ataques que se suscitaban por esas épocas por persistentes dominios y ocupaciones que eran sujetos por aquellos tiempos, internamente la comunicación es por medio de pasajes y corredores hacia la parte alta de la urbe.

Se trata de un sector habitacional en el que se hospedaban pequeñas familias o trabajadores temporales.

Está ubicada en la mejor zona del valle para la producción de maíz que está reconocido por su calidad debido a su microclima y suelos aptos para la agricultura.

Fue un asentamiento típico al lado de un canal que alcanza a irrigar toda la superficie de las faldas de los cerros por que fue construido a una elevación encima del valle.

Su agricultura y ganadería se perfilaba como una de las actividades motoras más importantes para el desarrollo y futuro de este asentamiento por su tecnología agrícola multiplicador sobre otras actividades complementarias y por su capacidad de aprovechamiento de los recursos locales que tenían en sus cercanías.

El transitar de subir y bajar el cerro era una de las actividades escaladoras más rudas que se podían realizar. Era exigente, requiere una discreta preparación física, discurrir por caminos bien empinados por ser un terreno agreste y bien inclinado.

En términos generales, vivieron ejerciendo actividades agro-ganaderas. Posiblemente una profunda crisis de lluvias acompañado de la incapacidad para generar fuentes alternativas de riqueza, provocaron el progresivo despoblamiento de estas tierras.

Su cementerio se encuentra a pocos metros de sus residencias, se caracterizan por estar revestidos de un pircado de piedras pequeñas con una profundidad de aproximadamente de 50 cm. Por lo general son entierros particulares.

TORATA ALTA

La población estaba compuesta principalmente por españoles e indígenas, determinándose una clara diferenciación social en la estructura poblacional de Torata alta. Son las viejas familias de los fundadores y conquistadores las que poblaron esta ciudad.

La base económica en este periodo fue la agricultura (trigo y cebada principalmente) y la ganadería vacuna. Se inicia la actividad comercial a través del impulso al negocio de vinos y aguardientes.

Durante los siglos pasados, la ciudad se consolida en su rol como centro de gestión e intercambio del sur peruano, con un fuerte dominio español de clase alta, tanto social como políticamente, reflejándose en la evidente segregación especial urbana, desarrollándose actividades agrícolas y ganaderas principalmente.

La ciudad se especializa según la incipiente división técnica y social del trabajo y es evidente una clara segregación especial entre la zona habitada por los españoles (el centro) y la habitada por los indígenas (la periferia).

En el ámbito local, la disposición de una amplia área de producción agrícola y la concentración de abundante mano de obra indígena, determina el aumento de la producción agrícola y su articulación con la desarrollada en todo el valle de Moquegua, incipientes actividades de transformación en los molinos de trigo para la elaboración de harina, pan y subproductos.

La ciudad sigue consolidando su base económica en las actividades agrícolas y ganaderas, aunque comienza a surgir en una mayor presencia la actividad textil de lana de auquénidos y en tocuyo. Las minas de Potosí absorben el excedente de la producción agrícola a través de un fuerte intercambio comercial realizado por encomenderos, fortaleciendo la artesanía y las ocupaciones comerciales.

Los primeros pobladores españoles se quedaron por estas tierras por su excelente clima que pudieron cultivar amplios viñedos y cosechar sus generosos frutos. Ya en las postrimerías de la colonia, la ciudad tomó el nombre definitivo de Torata.

Es muy posible que en una de sus plazas se puedan haber realizado las tradicionales peleas de toros y peleas de gallos que constituirían un aspecto primordial folklórico de estos primeros habitantes que se asentaron para producir estas tierras. En el fondo se trataba de una fiesta alegre y popular que altera la regularidad de lo cotidiano y que servia para intercambiar lazos de amistad entre españoles e indígenas.

En el caso de Torata Alto hay indicios arqueológicos de un abandono gradual y paulatino. Los patios y las habitaciones están limpios de artefactos y enseres, en las áreas de vivienda es mínima la presencia de basura secundaria es decir, conductas mediante las cuales los habitantes llevaron consigo la mayor parte de sus bienes.

El tipo de abandono que sufrió el sitio tuvo que ver con las políticas coloniales de movimiento de poblaciones. Efectivamente, el traslado de toda una comunidad y su reubicación a la parte baja del valle tuvo que ver por las condiciones más favorables que tenían hasta ese entonces los pobladores.

Muchos de estos escritos se encuentra en el Archivo Colonial de Moquegua, que junto a este quedan cuantiosos mas documentación de los tiempos de la Colonia, aun inédita, ya que en considerable número de ellos aún no han sido leídas ni estudiadas, debido a que existe muy poca difusión de la Historia de Moquegua o por que no hay todavía una corriente de tendencia investigativa, como sucede en otras ciudades.

Los Torateños nos debemos sentir muy orgullosos de contar con un gran pasado enriquecedor, pero a la vez todavía incompleto, ya que las investigaciones en nuestra comarca se han detenido o son casi mínimas, por no decir nulas, ya que existe muy poco trabajo de este tipo, sino simplemente creemos que es falta de información y de decisión.

CERRO MEJIA

Fue un asentamiento Wari muy importante en la época que tuvo su auge la población que se asentó en lo alto del Cerro Baúl. Se desarrolló conformando un grupo humano que vivió en las faldas y la parte alta del cerro, en la que sirvió como estructura de soporte, protección, alimentación y administrativo de toda la ciudad.

Se puede apreciar que en las faldas del Cerro Mejía en la que se distingue que es semejante a todos los sitios de esa época que se asentaron en todo este valle, porque se componen de pequeñas plataformas domésticas que estuvieron organizadas como estructuras aisladas situadas en toda la parte baja, en este lugar casi destruido se encuentran a una distancias de entre 10 y 20 mts. de cada habitación.

En la parte alta el terreno es irregular y poco accidentado en donde se encuentran complejos habitacionales más amplios donde se hospedaban los líderes del asentamiento, principalmente los de mayor espacio y las otras habitaciones más pequeñas se encontraban probablemente los artesanos o los sirvientes que les servían de protección.

Estas moradas se encuentran aisladas y distanciadas unas de otras, los demás espacios eran utilizados para otras actividades como: recreación, tanto social como cultural.

Se trata de un caserío disperso y grande que contrasta arquitectónicamente con los demás sitios de la región por su extensión y complejidad interna. Cultivaron los campos de la parte baja donde todavía se puede observar sus andenerías.

Por la parte sur frente al Cerro Baúl se encuentra una muralla que circunda toda la parte alta del cerro como medida de protección, también se encuentran casetas de observación casi en buen estado de conservación.

Si uno baja el cerro por el lado este hasta el valle, puede descender por una pendiente inclinada pero transitable. Se encontrará una larga pirca que pudo tener fines defensivos y/o servir para delimitar el espacio al ganado de camélidos, en la parte del frente se encuentra el Cerro Petroglifo.

Como componente de protección este cerro desarrolla un paisaje maravilloso y extraordinario que domina con la vista el valle de Torata y Cuajone por el lado este, por el norte se puede divisar la población del anexo de Yacango, por el lado sur oeste se divisa el esplendoroso Cerro Baúl y el valle de Tumilaca.

SAN ANTONIO

La región Moquegua era ya conocida y poblada desde antes de la llegada de los Incas. Según el relato de Garcilazo de la Vega, fue el Inca Mayta Cápac quien organizó la expedición militar imperial que extendió el dominio de los monarcas cusqueños a toda esta parte del litoral.

San Antonio se encuentra a unos 600 mts. de altura del pueblo, siendo en esa época una fortaleza bien amurallada con paredes de roca; en algunos sitios pudieron haber alcanzado los dos metros de altura, se encuentran casi en buen estado de conservación, tenían las puertas bien definidas al ingreso de la ciudad. Su principal muralla se encuentra en la parte sur de la ciudad, seguramente era la parte más vulnerable de la urbe, en la parte este y norte colocaron enormes rocas lo que les permitió lanzar sus proyectiles a los atacantes y protegerse en la parte posterior del muro, estas defensas eran prácticamente de resguardo. Sus murallas defensivas fueron construidas posiblemente por los constantes ataques de los que eran sujeto por poblaciones cercanas quizás por problemas limítrofes, estas tensiones incluyen el crecimiento demográfico, la minimización de trabajo, demandas productivas crecientes y un nivel reducido de recursos hídricos disponibles que en ciertas épocas del año eran escasas.

Las áreas residenciales poseen una mayor proporción de unidades espaciales clasificadas como residencias de característica compleja, es decir que conforman unidades arquitectónicas de recintos aglutinados, los espacios no tiene ningún orden más de una unidad especial, y una menor presencia de unidades clasificadas como silos. Sus habitaciones reflejaron diferencias en el estado cultural pero se parecían a otras poblaciones estuquiñas, de otra manera son componentes de la misma comunidad, utilizaban como espacios funerarios su propia residencia, posiblemente tenían la creencia de que sus difuntos tenia que seguir viviendo en su propia casa o muy cerca y al lado de sus familiares.

Algunos aspectos arquitectónicos de sus accesos a sus residencias son muy angostos posiblemente por la disponibilidad de terreno que era escaso y de ser un lugar muy accidentado, todas las paredes de la ciudad fueron construidas con piedras del mismo lugar.

La existencia de silos posiblemente comunitarios, ubicados en sectores diferenciados, quizás utilizados para almacenar productos recolectados y recintos habitacionales de muro doble y mayor tamaño para uso urbano, da cuenta de una agricultura estable y bastante planificada de almacenamiento en épocas no productivas o de sequía.

Considerando que Torata era una tierra fértil y capaz de soportar una mayor población de habitantes de otros lugares se asentaron en lo alto de los cerros en donde constituyeron varios otros asentamientos a su alrededor como Torata Alta y Cerro Petroglifo. Cientos de habitantes poblaron esta villa hace más de seiscientos años.

Construyeron caminos o remodelaron los existentes conectando los pueblos con la costa, el altiplano y otros valles que se encuentran muy cerca de su asentamiento.

Si consideramos las evidencias encontradas en el lugar, su cerámica en cuanto a estilo y decoración se caracteriza por ser muy sencilla y variada como jarras, cántaros ollas, etc.

En todos los casos, y especialmente con el conjunto cultural Estuquiña, se comparte una cerámica doméstica de conocimientos poco sofisticados y con escasos elementos decorativos.

La agricultura fue una de las principales actividades de esta población, se ubicaron en las pendientes más altas de esta zona, el amplio sistema de andenerías agrícolas en las laderas opuestas de la quebrada y cerros aledaños en donde mostraron el avance de la ingeniería de canales de regadío. Fue, sin duda, construido y manejado principalmente por esta población.

Su textilería es muy sencilla elaborada con fibra de camélido en colores naturales, confeccionaron: camisas, mantas, gorros, fajas y taparrabos.

CERRO PETROGLIFO

Dentro de los vestigios dejados por la cultura Wari, quizás uno de los que más reflejan sus costumbres, necesidades y adaptación al medio, incluso lo indestructible de sus esquemas, son sus terrazas domésticas o habitacionales.

El Cerro Petroglifo se caracteriza por contener muchas viviendas o terrazas domésticas. La arquitectura ha estado siempre dominada por los constructores que hicieron de las cumbres para edificar sus viviendas para convertirlas en ciudades.

            La arquitectura del pasado a los materiales que brindaba la naturaleza circundante en toda el área era accesible, en el Cerro Petroglifo condicionaron la calidad de las viviendas de la población.

            La construcción de casas o habitaciones fue rápida al principio: de piedra y barro que se encontraba en la misma área, recolectarlo no fue una tarea muy difícil, se techaron con troncos, ichu, y ramas de los árboles.

            Muchas de estas terrazas aún subsisten, pero cada vez en peor estado de conservación, formando un importante objetivo para la conservación del patrimonio y los valores como vestigios arquitectónicos de un pasado en donde habitaron nuestros ancestros.

Por las características físicas se puede observar en el terreno, que algunas de las terrazas muchas veces no estaban totalmente ocupadas por unidades domésticas sino eran utilizadas como almacenes, albergues, posadas etc. En el interior de las habitaciones no se distribuyen estructuras domésticas conformadas por patios, u otros compartimientos, para modo de entender eran solo para descansar.

Podemos sugerir que las unidades domésticas de este lugar eran  organizadas alrededor de una sola habitación. En este sentido, el tipo de agrupación doméstica en este asentamiento probablemente estaba organizado mediante familias muy reducidas.

            La arquitectura presenta rasgos comunes para estas ciudadelas. Son populares las terrazas paralelas que siguen el nivel del cerro y que prácticamente rodean el sitio, se ha constatado en San Antonio, Capando, que son ciudades más cercas a este lugar

            La ciudad alcanza su máximo desarrollo poblacional y urbanístico aproximadamente en la época que comprende los años 650 d.C. aproximadamente, probablemente se estima que el número de habitantes era de unos 300 a 500 distribuidos en todo el perímetro.

            Los campos agrícolas en la parte baja corresponden a terrenos favorables para la agricultura, son llanos de origen coluvial, con poca pendiente, abundante recurso hídrico y buen drenaje. La preferencia a seleccionar este tipo de terrenos era la necesidad de  poder irrigar sus tierras para su subsistencia, su tecnología pudo haber servido de experiencia a otras poblaciones cercanas.

Hasta hoy se conserva en excelentes condiciones el principal canal de regadío que viene desde las alturas para cruzar el cerro de este a oeste e internarse hacia la parte baja del valle.

            Su cerámica está conformada principalmente por vasijas, es muy fina, inusual y notable.

SABAYA

El sitio arqueológico de Sabaya se encuentra situado en la parte alta del pueblo de Torata. En la actualidad se halla ocupado por una pequeña población de agricultores.

            De los datos disponibles y a primera vista, vimos que el diseño general y la composición arquitectónica del asentamiento correspondían a la de los asentamientos locales: plaza mayor, numerosos depósitos y estructuras diversas. Esta situación sería la de esperar puesto que Sabaya funcionó como capital de todo el valle.

El centro administrativo tenía poder y control sobre una gran variedad de recursos, así como sobre una población numerosa y bien organizada. Dada su importancia económica y bien establecida sociedad estuvo conectada con todas las ciudadelas mediante el camino longitudinal de la sierra, el cual integraba parte del Cápac Ñan, el gran sistema de accesos y caminos inca.

            De toda el área converge hacia una gran plaza, en cuyo centro se levanta un ushnu o plataforma ritual, construida con bloques de piedra. El ushnu, un módulo arquitectónico de profundo contenido mitológico, siempre se encuentra en múltiples sitios administrativos incas y se asocia con un conjunto de eventos rituales y políticos encaminados a habilitar la dominación sobre territorios conquistados, también una Kallanca que se sienta al lado de la plaza principal.

            Debido a ser un imperio grande y poderoso por su gran desarrollo y expansión el estado inca necesitó de centros administrativos para su vigilancia, organización socio-económica, dominio y control.

En estos centros administrativos se celebraban los ritos y ceremonias del intercambio de cosechas y los productos confeccionados por las diversas etnias. La correspondencia que era transportada por los chasquis era, en efecto, el principal mecanismo y la base de la organización de un país que desconocía el empleo y el sistema monetario.

            El sitio estaba compuesto por una serie de estructuras entre las que destacaban plataformas, plazas, depósitos, recintos entre otros. Entre las funciones identificadas tenemos probables áreas de viviendas de elite, depósitos, cementerios, áreas de uso público etc.

El sitio fue abandonado hacia fines de la época Inca y fue reutilizado como cementerio colonial y actual, también encontramos viviendas de habitantes que se dedican al cultivo del campo, a diferencia de otros sitios, destaca la presencia de material Inca Imperial como piedra pulida, batanes y mortero de mano así como metales de gran calidad, típico de los centros administrativos Inca.

            Se llega a la conclusión de que se trataba de un centro administrativo Inca, que controlaba todo el valle y sus alrededores.

            Sabaya ahora se encuentra en ruinas, pero allí posiblemente estuvo el gobierno incaico más importante de todo Moquegua.

LA CANTERA

La historia de nuestros antepasados es poco reveladora dado que no son suficientes los vestigios con los que se cuenta en estos momentos.

            Este asentamiento que se apostó en las faldas del Cerro Baúl, con una red de caminos y material orgánico encontrado en el suelo indican que estos habitantes se vincularon con espacios costeros y alto andinos.

La Cantera se desarrolló cuando la ciudadela del Cerro Baúl estaba en la cúspide de su desarrollo político y económico, desplegó todas las condiciones de proporcionar seguridad y protección junto con la población de Cerro Mejía, también se desenvolvió en las experiencia tecnológicas y de gestión administrativa para desarrollar grandes proyectos agrícolas.

Hoy el sitio se encuentra casi destruido y algunos complejos desaparecidos, solo quedan huellas no definidas.

 

 

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